miércoles, 11 de febrero de 2015

Entrevista a Ramiro Vicente



por Diego Bardález


Antes de sentarme a conversar con Ramiro Vicente, conocía ya algo de él. Gracias a las redes me enteré de su estrecha relación con la poesía (su último poemario fue publicado en el Perú, Incamino, Borrador editores, 2012), la música (es mánager de Kevin Johansen) y los viajes. Aquel día, aprovechando sus vacaciones en Lima, pude conversar con él en un bar de la ciudad:

Sé que tienes una relación muy interesante con esta ciudad, casi poética diría yo. ¿Qué otras ciudades te dan a ti experiencias como las que te da Lima para mantenerte tan conectado con ella?

Bueno, por mi trabajo estoy mucho de viaje, he conocido varios lugares y todos de alguna manera son inspiradores, Incamino es un poco la experiencia de eso; Buenos Aires también lo es, pero en Lima son los amigos los que me dieron una plataforma que no tenía en otros lugares. Además de amigos, tengo una editorial que me publicó un libro y cada año que pasa crecen los vínculos, las amistades, crecen las cosas para hacer. No sé si sabes que hace algunos años Julia Wong y yo hicimos un Festival de Poesía peruano argentina, son varios los hechos que ocurrieron estos últimos años que me conectaron con Lima, creo que de alguna manera Lima me eligió a mí y no yo a ella.

Hablando de relaciones interesantes, leí que tu relación con la poesía se tejió en un inicio gracias a la música. Considerando que Argentina tiene una tradición musical muy arraigada, me preguntaba por el momento en el que decidiste que no querías continuar con lo que estabas haciendo para dedicarte a la poesía.

Fue parte de un proceso, yo hacía música con amigos, tuve algunos grupos, ya estaba metido en el ambiente, pero llegué a un momento del camino en el que me dije que debía dar un paso más; es decir, ser un músico profesional, con todo lo que eso implicaba: estudiar, capacitarse; fue ahí cuando me di cuenta que no quería ser músico, yo lo que quería era escribir, me gustaba la literatura, a la música también la amo, pero, digamos, yo no me sentía ni cantante ni instrumentista a pesar de que lo hacía, yo quería escribir.

Si fue así entonces la música fue una especie de puente que te fue mostrando lo que en realidad querías.

Claro. Lo que yo recuerdo bastante es que con mis amigos estábamos constantemente creando, escribiendo las letras de lo que íbamos a cantar, todo de forma muy abierta, nunca tuve pudor de mostrar lo que estaba haciendo y dentro del grupo hasta nos generaba ciertas ganas de mostrarlo. Luego vino la universidad, a la que entré de más grande, a los 24, 25 años, para un poco profesionalizar mi vida en torno a la escritura. Ya con una idea más clara de las cosas, estudié Letras, carrera que no terminé; pero ojo, nunca tuve como objetivo ser profesional o académico sino siempre ser escritor, y como no existe una carrera para eso…

Pero te jaló la música de todas maneras, ahora eres mánager de Kevin Johansen.

Claro, pero no en ese sentido, sino detrás del escenario. No terminé la carrera porque comenzaron las giras y los viajes con la banda, pero no me alejé de la escritura.

En esa época de formación para convertirte en escritor, ¿cuáles fueron los autores que más leías o de los que más influencia recibiste?

Mirá, a mí me gusta mucho la literatura norteamericana, básicamente la generación Beatnik, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregori Corso … En el camino.

Lo vivencial…

Exactamente, no sé por qué siempre he regresado a los beatniks, supongo que porque siempre he tenido latente la idea del viaje, de ir haciendo un camino.

Y si nos referimos a escritores latinoamericanos, debes conocer a varios colegas debido a tus viajes…

Fijáte que por este lado soy más bien tradicional, canónico, leo a los autores de los que me hablaron en el colegio o en la universidad, Vargas Llosa, García Márquez, Vallejo…

Cómo es tu relación con el mundo literario argentino, tengo la impresión que allá más que acá incluso, los escritores buscan ser una suerte de rock stars que el mismo hecho de escribir y tener una obra sólida, coherente. Buscan un lugarcito a toda costa.

Pues sí, no sé a qué niveles está esa situación aquí pero en Argentina la cosa está más o menos clara: los “escritores”, para serlo deben de estudiar en la UBA (Universidad de Buenos Aires), ir al taller de fulano, asistir a tales recitales, defender determinada causa. Hay el caso de un escritor que admiro que se llama Pedro Mairal, el tipo es buenísimo, tiene unos cuantos años más que yo apenas, ha escrito uno de los mejores poemarios de los noventas en Argentina, seguido de otros grandes libros, pero en parte por ese modelo ha permanecido en la sombra durante mucho tiempo y recién está siendo valorado. En mi caso, he tratado de alejarme de ese mundo y las cosas me han ido saliendo en el camino, mi segundo libro lo publiqué en España, en donde gané un premio, el tercero me lo editan aquí y es así que voy saliendo de Buenos Aires. Porque lo que realmente me importa es escribir, no pertenecer a un grupito.

Y organizas un Festival de Poesía aquí, cuéntame cómo fue esa experiencia.

Bueno, ese Festival fue muy importante para mí porque fue la manera en que yo me empecé a vincular con el Perú literariamente, a generar cosas. Mi segundo libro, anterior a Incamino, que se llama Semántica Sur ganó un premio en España, en la Universidad de Barcelona, y estos chicos entre las cosas que hacían era publicar una revista que se llamaba Paralelo Sur, sobre literatura hispanoamericana y cada número era dedicado a un país. Dos meses después del premio iban a sacar el siguiente sobre el Perú, y me proponen escribir un artículo sobre lo que quisiera, un autor, un libro o un movimiento peruano. Me gustó la idea y acepté. Decidí escribir sobre Rocío Silva Santisteban.




Qué curiosa elección, poco canónica…

Claro, es que yo justo había comprado una antología muy interesante de autores de los noventa latinoamericanos, una selección hecha por dos chilenos que se llamaba Zurdos, y en esta antología aparece Rocío. Y me pareció bueno escribir sobre una mujer, como rompiendo esta tradición tan machista que tenemos, aparte que la poesía de Rocío es muy buena, iba a ser algo novedoso para la gente de Barcelona. Entonces me puse a investigar y descubro que en Argentina no hay libros sobre ella, así que recurro a internet, y en esta investigación encuentro un paper sobre Rocío que al final tenía un email, supuestamente de Rocío. Escribo a ese mail totalmente desesperanzado de que me respondan e increíblemente a las dos horas lo hacen. Era Rocío, muy amable, y me dice que efectivamente era muy difícil encontrar algo de ella en Buenos Aires, pero que si quería me podía contactar con una amiga suya que vivía en Buenos Aires que tenía todos sus libros.

Julia Wong…

Eso, era Julia Wong. Rocío me da su número, me agradece, yo llamo a Julia, coordino pasar por su casa a recoger los libros y asunto arreglado. Ahí no quedaba la cosa, sin embargo. Yo creía que con Julia iba a verme apenas un minuto para la entrega. Pero cuando llego a su casa, esta estaba llena de gente, de artistas, estaba el agregado cultural de Perú en Argentina, pintores, escritores, y lo que iban a ser unos minutos se convirtieron en varias horas. Yo salí ebrio de la casa de Julia con los libros entre las manos, también muy feliz porque me trataron muy bien, había gente excelente y de ahí nace la idea de hacer ese Festival.





Hemos hablado apenas de Incamino, ¿es este poemario una especie de retrato de tu experiencia como viajero, de tu relación con las tierras que visitas?

Así es, es un poemario básicamente vivencial; las imágenes son geográficas, históricas, pero muy cargadas de emotividad.

He leído algunos poemas sueltos que muestras de vez en cuando en tu Facebook y he notado que muchos de ellos mantienen ese modelo de Incamino, quizás el nuevo poemario aborde también el tema del viaje…

No, ya no. Creo que con Incamino agoté este tema y los poemas de ese tinte que comparto de vez en cuando no conformarían un libro, ni siquiera me lo he planteado así. Los poemas que estoy escribiendo ahora son muy distintos a los de Incamino. En realidad yo no pienso las cosas tanto como un libro, o para que se publiquen; simplemente pienso en escribir y eso es lo que quiero hacer. Por eso el próximo año volveré a Perú con ese cometido.

Y de nuevo al Perú, puedes contarme la historia del tatuaje que tienes en el brazo (es un Tumi).

Bueno, resulta que antes de todo esto en mi familia ya había una vinculación con el Perú. Por mi padre, mi padre trabajaba en la década del 70 y 80 en una empresa petrolera, Techin, por eso viajaba mucho al Perú y teníamos Tumis en casa que decoraban las paredes, mi madre tenía un collar con un Tumi, por ejemplo. Con el tiempo, cuando ya afiancé mi relación con el Perú me hice el Tumi, le pedí a mi madre su viejo colgante y esto que tengo tatuado es la réplica de ese. Me lo hago después del primer Festival, cuando certifiqué que este vínculo iba a ser duradero, y no me equivoqué, conocí a Leo (Leonardo Dolores, su editor), apareció el libro, conocí a más amigos, etc.

Al oírte hablar de acogida, calidez, y de las personas que te vincularon con este país se me hace interesante esa especie de ruta que has recorrido, me parece un camino en busca de una protección materna, será eso lo que has adoptado como tu poética.

Mirá que interesante, yo nunca lo he pensado de ese modo, pero creo que valen dos respuestas. Como te digo ya no quiero seguir escribiendo sobre viajes, para mí sería muy cómodo hacerlo pues sigo teniendo esos estímulos, sigo viajando, pero creo que ya concluí esa etapa. Lo otro es más personal, yo tengo madre, dos hermanas, tías, primas, mi padre falleció cuando tuve 14 años, soy de las personas que siempre estuvo en pareja, siempre tuvo novia, es decir, siempre tuve mucha relación con mujeres, tengo amigas mujeres, amigas de verdad y eso se ha dado también de forma involuntaria. Y fijáte que a Kevin (Johansen) le pasa lo mismo, él tiene 2 ex mujeres, una mujer, dos hijas, hermana, tiene un vínculo femenino muy importante. Y en el exterior el 70% de los productores con los que trabajamos son mujeres.

Cuéntame de tu relación con Kevin Johansen, con la banda…

Bueno, soy mánager de Kevin desde hace 7 años, poco antes del despegue de su carrera musical y estoy muy agradecido con él por la oportunidad y a la vez estoy contento porque la gente de la banda y parte del equipo son también mis amigos con los que empecé en la música, así que doble alegría, hemos ido a muchos países juntos y tenido muchas experiencias.

Cualquiera podría pensar que siendo tú un poeta y además con experiencia musical le has escrito algunas canciones a Kevin.

No pocas veces me hacen esa pregunta, y no, no es así. Cada uno sabe qué rol cumple dentro de este proyecto. Kevin tiene absoluta libertad creativa, ha escrito todas sus canciones.

Es decir, te mantienes totalmente alejado de la parte musical.

Bueno, doy mi opinión siempre sobre las cosas que veo, eso sin dudarlo. Pertenezco a una nueva generación de mánagers que hablan de tú a tú con el artista, los acompañan, caminan con él, son amigos. Muy distinto a la figura del mánager old school de generaciones anteriores, esos mánagers que estaban alejados del artista y que se preocupaban de una cuestión meramente monetaria; no, yo también me encargo, de alguna manera, de que la esencia no se pierda y de que no nos dejemos llevar por la corriente del mercado. Este cambio generacional en el rol del mánager le hace un bien a la música, por esa parte con Kevin y la banda nos llevamos súper bien, pero siempre hay el tacto de no interferir en algunas cuestiones, ahí cito a Charly García que tiene una frase muy precisa: “Cada cual tiene un trip en el bocho, difícil que volvamos a ponernos de acuerdo”.

Siempre hay alguna vez en donde no se pongan de acuerdo.

Felizmente todos somos muy amigos. Como te digo, varios de nosotros hemos crecido juntos y ante todo está eso y el amor por la música, así que lo sobrellevamos. Luego viene uno de los chicos y nos dice: “Tranquilos, muchachos, no olviden que peor que esto es trabajar”. Y asunto arreglado.



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