Antes de sentarme a conversar con Ramiro Vicente, conocía ya algo de él. Gracias a las redes me enteré de su estrecha relación con la poesía (su último poemario fue publicado en el Perú, Incamino, Borrador editores, 2012), la música (es mánager de Kevin Johansen) y los viajes. Aquel día, aprovechando sus vacaciones en Lima, pude conversar con él en un bar de la ciudad:
Sé que tienes una
relación muy interesante con esta ciudad, casi poética diría yo. ¿Qué otras ciudades
te dan a ti experiencias como las que te da Lima para mantenerte tan conectado
con ella?
Bueno, por mi trabajo estoy mucho de viaje, he conocido varios
lugares y todos de alguna manera son inspiradores, Incamino es un poco la experiencia de eso; Buenos Aires también lo
es, pero en Lima son los amigos los que me dieron una plataforma que no tenía
en otros lugares. Además de amigos, tengo una editorial que me publicó un libro
y cada año que pasa crecen los vínculos, las amistades, crecen las cosas para
hacer. No sé si sabes que hace algunos años Julia Wong y yo hicimos un Festival
de Poesía peruano argentina, son varios los hechos que ocurrieron estos últimos
años que me conectaron con Lima, creo que de alguna manera Lima me eligió a mí
y no yo a ella.
Hablando de
relaciones interesantes, leí que tu relación con la poesía se tejió en un
inicio gracias a la música. Considerando que Argentina tiene una tradición
musical muy arraigada, me preguntaba por el momento en el que decidiste que no
querías continuar con lo que estabas haciendo para dedicarte a la poesía.
Fue parte de un proceso, yo hacía música con amigos, tuve
algunos grupos, ya estaba metido en el ambiente, pero llegué a un momento del
camino en el que me dije que debía dar un paso más; es decir, ser un músico
profesional, con todo lo que eso implicaba: estudiar, capacitarse; fue ahí
cuando me di cuenta que no quería ser músico, yo lo que quería era escribir, me
gustaba la literatura, a la música también la amo, pero, digamos, yo no me
sentía ni cantante ni instrumentista a pesar de que lo hacía, yo quería
escribir.
Si fue así entonces
la música fue una especie de puente que te fue mostrando lo que en realidad
querías.
Claro. Lo que yo recuerdo bastante es que con mis amigos
estábamos constantemente creando, escribiendo las letras de lo que íbamos a
cantar, todo de forma muy abierta, nunca tuve pudor de mostrar lo que estaba
haciendo y dentro del grupo hasta nos generaba ciertas ganas de mostrarlo.
Luego vino la universidad, a la que entré de más grande, a los 24, 25 años,
para un poco profesionalizar mi vida en torno a la escritura. Ya con una idea
más clara de las cosas, estudié Letras, carrera que no terminé; pero ojo, nunca
tuve como objetivo ser profesional o académico sino siempre ser escritor, y
como no existe una carrera para eso…
Pero te jaló la
música de todas maneras, ahora eres mánager de Kevin Johansen.
Claro, pero no en ese sentido, sino detrás del escenario. No
terminé la carrera porque comenzaron las giras y los viajes con la banda, pero
no me alejé de la escritura.
En esa época de
formación para convertirte en escritor, ¿cuáles fueron los autores que más
leías o de los que más influencia recibiste?
Mirá, a mí me gusta mucho la literatura norteamericana,
básicamente la generación Beatnik, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregori Corso
… En el camino.
Lo vivencial…
Exactamente, no sé por qué siempre he regresado a los
beatniks, supongo que porque siempre he tenido latente la idea del viaje, de ir
haciendo un camino.
Y si nos referimos a
escritores latinoamericanos, debes conocer a varios colegas debido a tus
viajes…
Fijáte que por este lado soy más bien tradicional, canónico,
leo a los autores de los que me hablaron en el colegio o en la universidad,
Vargas Llosa, García Márquez, Vallejo…
Cómo es tu relación
con el mundo literario argentino, tengo la impresión que allá más que acá
incluso, los escritores buscan ser una suerte de rock stars que el mismo hecho
de escribir y tener una obra sólida, coherente. Buscan un lugarcito a toda
costa.
Pues sí, no sé a qué niveles está esa situación aquí pero en
Argentina la cosa está más o menos clara: los “escritores”, para serlo deben de
estudiar en la UBA (Universidad de Buenos Aires), ir al taller de fulano,
asistir a tales recitales, defender determinada causa. Hay el caso de un
escritor que admiro que se llama Pedro Mairal, el tipo es buenísimo, tiene unos
cuantos años más que yo apenas, ha escrito uno de los mejores poemarios de los
noventas en Argentina, seguido de otros grandes libros, pero en parte por ese
modelo ha permanecido en la sombra durante mucho tiempo y recién está siendo
valorado. En mi caso, he tratado de alejarme de ese mundo y las cosas me han
ido saliendo en el camino, mi segundo libro lo publiqué en España, en donde
gané un premio, el tercero me lo editan aquí y es así que voy saliendo de
Buenos Aires. Porque lo que realmente me importa es escribir, no pertenecer a
un grupito.
Y organizas un
Festival de Poesía aquí, cuéntame cómo fue esa experiencia.
Bueno, ese Festival fue muy importante para mí porque fue la
manera en que yo me empecé a vincular con el Perú literariamente, a generar
cosas. Mi segundo libro, anterior a
Incamino, que se llama Semántica Sur
ganó un premio en España, en la Universidad de Barcelona, y estos chicos entre
las cosas que hacían era publicar una revista que se llamaba Paralelo Sur,
sobre literatura hispanoamericana y cada número era dedicado a un país. Dos
meses después del premio iban a sacar el siguiente sobre el Perú, y me proponen
escribir un artículo sobre lo que quisiera, un autor, un libro o un movimiento
peruano. Me gustó la idea y acepté. Decidí escribir sobre Rocío Silva
Santisteban.
Claro, es que yo justo había comprado una antología muy
interesante de autores de los noventa latinoamericanos, una selección hecha por
dos chilenos que se llamaba Zurdos, y
en esta antología aparece Rocío. Y me pareció bueno escribir sobre una mujer,
como rompiendo esta tradición tan machista que tenemos, aparte que la poesía de
Rocío es muy buena, iba a ser algo novedoso para la gente de Barcelona.
Entonces me puse a investigar y descubro que en Argentina no hay libros sobre
ella, así que recurro a internet, y en esta investigación encuentro un paper
sobre Rocío que al final tenía un email, supuestamente de Rocío. Escribo a ese
mail totalmente desesperanzado de que me respondan e increíblemente a las dos
horas lo hacen. Era Rocío, muy amable, y me dice que efectivamente era muy
difícil encontrar algo de ella en Buenos Aires, pero que si quería me podía
contactar con una amiga suya que vivía en Buenos Aires que tenía todos sus
libros.
Julia Wong…
Eso, era Julia Wong. Rocío me da su número, me agradece, yo
llamo a Julia, coordino pasar por su casa a recoger los libros y asunto
arreglado. Ahí no quedaba la cosa, sin embargo. Yo creía que con Julia iba a
verme apenas un minuto para la entrega. Pero cuando llego a su casa, esta
estaba llena de gente, de artistas, estaba el agregado cultural de Perú en
Argentina, pintores, escritores, y lo que iban a ser unos minutos se
convirtieron en varias horas. Yo salí ebrio de la casa de Julia con los libros
entre las manos, también muy feliz porque me trataron muy bien, había gente
excelente y de ahí nace la idea de hacer ese Festival.
Hemos hablado apenas de Incamino, ¿es este poemario una especie de retrato de tu experiencia como viajero, de tu relación con las tierras que visitas?
Así es, es un poemario básicamente vivencial; las imágenes
son geográficas, históricas, pero muy cargadas de emotividad.
He leído algunos poemas sueltos que muestras de vez en cuando en tu Facebook y he notado que muchos de ellos mantienen ese modelo de Incamino, quizás el nuevo poemario aborde también el tema del viaje…
No, ya no. Creo que con
Incamino agoté este tema y los poemas de ese tinte que comparto de vez en
cuando no conformarían un libro, ni siquiera me lo he planteado así. Los poemas
que estoy escribiendo ahora son muy distintos a los de Incamino. En realidad yo no pienso las cosas tanto como un libro, o
para que se publiquen; simplemente pienso en escribir y eso es lo que quiero
hacer. Por eso el próximo año volveré a Perú con ese cometido.
Y de nuevo al Perú, puedes contarme la historia del tatuaje que tienes en el brazo (es un Tumi).
Bueno, resulta que antes de todo esto en mi familia ya había
una vinculación con el Perú. Por mi padre, mi padre trabajaba en la década del
70 y 80 en una empresa petrolera, Techin, por eso viajaba mucho al Perú y
teníamos Tumis en casa que decoraban las paredes, mi madre tenía un collar con
un Tumi, por ejemplo. Con el tiempo, cuando ya afiancé mi relación con el Perú
me hice el Tumi, le pedí a mi madre su viejo colgante y esto que tengo tatuado
es la réplica de ese. Me lo hago después del primer Festival, cuando certifiqué
que este vínculo iba a ser duradero, y no me equivoqué, conocí a Leo (Leonardo
Dolores, su editor), apareció el libro, conocí a más amigos, etc.
Al oírte hablar de acogida, calidez, y de las personas que te vincularon con este país se me hace interesante esa especie de ruta que has recorrido, me parece un camino en busca de una protección materna, será eso lo que has adoptado como tu poética.
Mirá que interesante, yo nunca lo he pensado de ese modo,
pero creo que valen dos respuestas. Como te digo ya no quiero seguir
escribiendo sobre viajes, para mí sería muy cómodo hacerlo pues sigo teniendo
esos estímulos, sigo viajando, pero creo que ya concluí esa etapa. Lo otro es
más personal, yo tengo madre, dos hermanas, tías, primas, mi padre falleció
cuando tuve 14 años, soy de las personas que siempre estuvo en pareja, siempre
tuvo novia, es decir, siempre tuve mucha relación con mujeres, tengo amigas
mujeres, amigas de verdad y eso se ha dado también de forma involuntaria. Y
fijáte que a Kevin (Johansen) le pasa lo mismo, él tiene 2 ex mujeres, una
mujer, dos hijas, hermana, tiene un vínculo femenino muy importante. Y en el
exterior el 70% de los productores con los que trabajamos son mujeres.
Cuéntame de tu relación con Kevin Johansen, con la banda…
Bueno, soy mánager de Kevin desde hace 7 años, poco antes
del despegue de su carrera musical y estoy muy agradecido con él por la
oportunidad y a la vez estoy contento porque la gente de la banda y parte del
equipo son también mis amigos con los que empecé en la música, así que doble
alegría, hemos ido a muchos países juntos y tenido muchas experiencias.
Cualquiera podría pensar que siendo tú un poeta y además con experiencia musical le has escrito algunas canciones a Kevin.
No pocas veces me hacen esa pregunta, y no, no es así. Cada
uno sabe qué rol cumple dentro de este proyecto. Kevin tiene absoluta libertad
creativa, ha escrito todas sus canciones.
Es decir, te mantienes totalmente alejado de la parte musical.
Bueno, doy mi opinión siempre sobre las cosas que veo, eso
sin dudarlo. Pertenezco a una nueva generación de mánagers que hablan de tú a
tú con el artista, los acompañan, caminan con él, son amigos. Muy distinto a la
figura del mánager old school de
generaciones anteriores, esos mánagers que estaban alejados del artista y que
se preocupaban de una cuestión meramente monetaria; no, yo también me encargo,
de alguna manera, de que la esencia no se pierda y de que no nos dejemos llevar
por la corriente del mercado. Este cambio generacional en el rol del mánager le
hace un bien a la música, por esa parte con Kevin y la banda nos llevamos súper
bien, pero siempre hay el tacto de no interferir en algunas cuestiones, ahí
cito a Charly García que tiene una frase muy precisa: “Cada cual tiene un trip
en el bocho, difícil que volvamos a ponernos de acuerdo”.
Siempre hay alguna vez en donde no se pongan de acuerdo.
Felizmente todos somos muy amigos. Como te digo, varios de
nosotros hemos crecido juntos y ante todo está eso y el amor por la música, así
que lo sobrellevamos. Luego viene uno de los chicos y nos dice: “Tranquilos,
muchachos, no olviden que peor que esto es trabajar”. Y asunto arreglado.
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